sábado, 17 de noviembre de 2012

Los niños crecen… que siii, que es verdad


Así es, aunque nos parezca mentira ellos crecen, se hacen cada día un poquito mayores y apenas nos dejan tiempo para darnos cuenta.

Todos recordamos el primer día del cole, entrábamos en la clase del conejo con nuestra criatura, los libros, el babi, el vaso, el cojín y el alma en un puño. Para ellos era su primer día de clase, pero para nosotros también. Allí se quedaban ellos. Si tenías la suerte de que se quedara contento te podías ir tranquilo, si se quedaba algo nervioso ya estabas en tensión toda la mañana y como se hubiera quedado llorando ¡vamos! no te ibas llorando porque te daba vergüenza que te vieran, pero no vivías hasta la hora de comer.

Éramos los novatos, llegabas ese primer día a buscarlos a mediodía en una agonía: ¿estará contento?¿estará llorando?¿lo habrá pasado bien?¿lo habrá pasado mal? pobrecito mío… sufríamos más que ellos. Estábamos todos pegados al cristal esperando ver cada uno a nuestro angelito.

Lo primero que veíamos era a los conejos que se quedaban al comedor cruzando el pasillo corriendo como alma que lleva el diablo, con los babis ondeando al viento como si fuera la capa de Superman, en junio ya les quedaría más ajustadito, pero ese primer día les sobraba tela por todos los lados. Te ibas quedando un poco más tranquilo porque… parecía que al menos aquellos tenían hambre ¿no? pues tan mal no lo habrían pasado si es que no habían perdido el apetito…

Por fin salía Toñi con la fuente de nuestras angustias, recuperábamos parte de los años que habíamos perdido esa mañana al ver que salían contentos como unas pascuas y, si era de los que salía llorando, Toñi juraba y perjuraba que había estado contentísimo toda la mañana y que había roto a llorar entonces mismo para hacer el papelón delante de su mami; y  aunque nos resistíamos a creerlo en ese instante (porque en ese momento teníamos nuestro drama particular)… en el fondo sabíamos que era verdad.

            Iba pasando el curso y seguíamos ahí, al año siguiente eran caracoles y al otro pájaros y seguíamos pegados al cristal. Pero es que después pasan a primaria, las profes nos dicen que ya son mayores, que ya son grandes, que ya pueden salir solos diez metros más allá de la puerta… pero nosotros seguimos allí. Y es que por el camino a veces se nos olvida que han llegado otras ‘hornadas’ de conejos con los ‘padres novatos’ correspondientes, con sus correspondientes ansias de sufrir el primer día y pegarse al cristal. Parece que ya tenemos cogido el sitio y no vemos que han llegado otros después que tienen más necesidades que nosotros. No nos acostumbramos a que en primaria ya no hay que llevarlos de la mano hasta la puerta de la clase.

            Y es que los niños crecen, no nos hemos enterado ni del cuándo, ni del dónde ni del porqué, pero han madurado y es el momento de esperarles un poquito más alejados de la puerta, pudiendo así ayudar a los padres de los más chiquitines a recoger a sus niños con mayor facilidad y evitar, además, un desarrollo excesivo de la longitud del cuello de Toñi tratando de buscar a aquellos padres al fondo del hall de entrada que no han podido encontrar un acomodo más cercano.

Es esta una de las cuestiones que surgieron en la Asamblea anual de noviembre, el procurar dejar espacio para los padres de infantil y, aquellos que tenemos a nuestros hijos ya en otros cursos superiores, esperarles un poquito más lejos de la puerta porque nuestros hijos, aunque nos parezca mentira, ya son mayores, ya han crecido… que siii, que es verdad. 

2 comentarios:

  1. Cuánta razón y qué forma tan dulce de regañarnos...Aunque este año ya "estoy" en Caracol, me fijaré más y dejaré sitio a las nuevas generaciones de Conejos.
    También ayudaría mucho que nada más recojer a nuestro retoño, nos retirásemos rápido de la puerta y dejáramos sitio a otros.
    ¡Intentaremos mejorar!

    ResponderEliminar