Hace casi quinientos
años andaban el rey Carlos I de España y el rey Francisco I de Francia a la
greña, siempre reclamándose títulos y territorios mutuamente. Cuatro guerras
nada menos, que se extendieron veintitrés años en el tiempo.
Fue en esta época de
trifulcas que el emperador Carlos V recibió del rey Francisco I de Francia una
declaración de guerra, tomando como aliado a Enrique VIII de Inglaterra. En la
respuesta a la declaración de guerra, y en perfecto francés, Carlos V le
contestó: El papel lo aguanta todo.
Evidentemente el rey
inglés ni era aliado del francés ni maldita la gana que tenía de meterse en
esos jardines, bastantes fregados tenía ya en su casa. Esta época de guerras hispano-francesas
coincide con toda la retahíla matrimonial del monarca inglés, comprenderemos
entonces que el monarca andaba muy ocupado en palacio matando a algunas de sus esposas, divorciándose de
otras y hasta separándose de la iglesia de Roma… agotador.
Es desde entonces que
la contestación de Carlos V ha quedado en el acervo popular, viniendo a
significar que algo escrito, dicho o, sencillamente, planeado no tiene por que
luego poder llevarse a la realidad con éxito. Que todo es más fácil de contar o
escribir que de hacer. E incluso que podemos llenar hojas y hojas con mentiras
o equivocaciones y esas palabras ni se tachan solas ni desaparecen, ¿alguien ha
leído alguna vez el programa electoral de algún partido político? Pues eso, que
el papel no es auto corrector.
Es por esto que
muchas veces nos encontramos que en libros de historia, noticias del periódico,
libros de consulta y hasta en el BOE es cada día más frecuente encontrar faltas
de ortografía (sobre todo), errores de
concepto y, según la región donde se viva, las creencias religiosas o la deriva
política del momento, manipulaciones intencionadas para tratar de llevar a los
lectores por una determinada senda.
Los libros de texto
de nuestros hijos no son una excepción, a veces nos hemos encontrado con
errores en sus páginas, es por ello que queremos aprovechar esta plataforma
para que, entre todos, podamos descubrir esos fallos que están en los libros de
nuestros hijos, dirigiendo después a la editorial correspondiente un escrito
con aquellos fallos encontrados.
Como
también es cierto que El que tiene boca se equivoca, es posible nos pasemos de
frenada y que lo que tomemos por un error no lo sea; animamos entonces a
aquellos que no estén de acuerdo con lo que se exponga a que muestren su
opinión y así, juntos, debatirlo para tratar de llegar a una conclusión válida.
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